viernes, 9 de julio de 2010

Acerca de la pertinencia de “celebrar” o “conmemorar” este Bicentenario.-



A las puertas del Bicentenario “Compañeras y compañeros: hagamos votos, y a la vez aportemos grandes esfuerzos para que el segundo siglo de vida de esta república sea una era sin interrupción de verdaderos progresos morales que eleven grado a grado el valor y la dignidad de los seres que formamos esta comunidad hasta llegar a un estado tal de perfección donde haya desaparecido todo vestigio de inmoralidad, todo sedimento de injusticias, y sin dolorosas transiciones lleguemos a vivir en un verdadero y completo estado de felicidad y amor”.


Palabras de Luis Emilio Recabarren, en su conferencia “Ricos y pobres”, pronunciada con motivo del primer centenario de la república en la ciudad de Rengo el 3 de septiembre de 1910. Palabras de plena vigencia en estos días en que los chilenos nos aprestamos a conmemorar esa Primera Independencia, al cumplir sus primeros 200 años.
Ese extraordinario documento del Padre del movimiento obrero chileno, de la prensa proletaria y popular, del Partido Obrero Socialista luego Partido Comunista, nos convocan a reflexionar y a organizarnos. A librar la lucha por los intereses de la mayoría de los chilenos en el triple y simultáneo terreno sindical, político e ideológico.
A la pregunta, reiterada en estos días, acerca de la pertinencia de “celebrar” o “conmemorar” ese Bicentenario, nada mejor que responder por un repaso histórico de lo que ha sido el siglo XX y lo que estamos en condiciones de demandar y conquistar.


Iniciado el segundo siglo independiente de la manera más atroz pero a la vez aleccionadora con la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique, pocos años más tarde se funda la Federación Obrera de Chile (FOCH), luego el Partido Obrero Socialista y más tarde el Partido Comunista.


A esos grandes hitos se agrega a comienzos de los años 30 la fundación del Partido Socialista y años más tarde la formación del Frente Popular que llega al gobierno con Pedro Aguirre Cerda, iniciando una era de profundas transformaciones económicas que, bajo el liderazgo de las capas medias emergentes, lleva adelante mediante la acción del Estado un proceso de industrialización que posibilita la conformación de grandes contingentes obreros que, a poco andar, asumirían la conducción del movimiento popular y llegarían al poder el 4 de septiembre de 1970.


Es entonces cuando Salvador Allende proclama “La segunda independencia de Chile”, nacionalizando el cobre y culminando consecuentemente el proceso de Reforma Agraria iniciado bajo el gobierno de la Democracia Cristiana (1964-1970).


Segundo siglo independiente que, antes de culminar hace 40 años, había sido el escenario temporal de enormes luchas y movilizaciones obreras; luchas por la tierra, por la sindicalización campesina y por los derechos de esas enormes masas humanas sumidas en el oscurantismo medieval; luchas políticas contra el cohecho, por el voto de la mujer.


No se habría alcanzado esa cima del 4 de septiembre de 1970 y los 1.000 días de la Unidad Popular, sin el formidable movimiento cultural que remece al país y que se expresa en los terrenos de la educación, del arte y la cultura. Una sólida unidad de acción y de propósitos se enhebra entre creadores y artistas de un lado, y trabajadores organizados sindical y políticamente, del otro.


Expresiones señeras de ello son los movimientos en el campo de la música, la “docta” y la popular, en la literatura y en el teatro, en la pintura y la danza, en la labor de historiadores que buscan en el seno del pueblo las señales de un movimiento destinado a las más altas metas.
Se cumplen en estos días 100 años del nacimiento de una de esas figuras cuya vida y obra bien pudieran servir para sintetizar la fuerza creadora, la inteligencia y el valor ético de nuestro pueblo: Francisco Coloane.
Si nada tuviéramos para recordar con orgullo y emoción de ese siglo segundo de nuestra historia, estaríamos dándole a la dictadura de la derecha civil y militar fascista una medalla de triunfo que nuestro pueblo le arrebató heroicamente en las trincheras y en las calles.

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